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Sobre el happening, el «anti-enviroment» y los «situacionismos» digitales.

Como señalábamos anteriormente, a partir del surgimiento de Internet -e inmersos en un irreversible proceso de digitalización-, hemos visto emerger toda una serie de dinámicas complejas derivadas del accionar de nuevos agenciamientos humano-tecnológicos. Vivimos en un mundo moldeado por algoritmos y por el accionar de la inteligencia artificial a la cual alimentamos y con la cual nos retroalimentamos.  La tecnología, por lo tanto, ya no puede ser considerada como una herramienta, sino como el entorno dentro del cual existimos, la máquina de la cual formamos parte.

Este proceso, lógicamente, no comienza con Internet, sino que se fue estructurando en sucesivas mesetas de desarrollo de la tecnología. Me voy a detener a analizar dos visiones que se dieron durante los años previos al surgimiento de Internet –es decir, en un contexto en el cual aún los procesos de digitalización no habían comenzado- y que si bien trabajando desde muy diferentes contextos teóricos, ambas apuntan a analizar a la tecnología –especialmente los medios de comunicación- en su función modeladora, alejada de ese velo de neutralidad con la que frecuentemente se la enviste[1].

Durante los años 60, ante la explosión de los medios de comunicación masivos, Marshall McLuhan forja su recordada frase “el medio es el mensaje”, incluida en Understanding Media, un libro que, sin ningún tipo de recursos publicitarios, se trasformó en un best seller en Harvard y otras universidades. A pesar de la inesperada popularidad de esta frase, no lo es tanto sus análisis críticos con respecto a sus consecuencias. McLuhan considera al medio como una de las características primordiales del mensaje, destacando su función modeladora de la sociedad:

El medio es el mensaje, porque es el medio el que modela y controla la escala y forma de las asociaciones y trabajo humanos.
[…]
El ferrocarril no introdujo en la sociedad humana el movimiento ni el transporte, ni la rueda, ni las carreteras, sino que aceleró y amplió la escala de las anteriores funciones humanas, creando tipos de ciudades, trabajo y ocio totalmente nuevos. Ello ocurrió tanto si el ferrocarril circulaba en un entorno tropical o septentrional, y es un hecho totalmente independiente de la mercancía o contenido del medio ferroviario.

Posteriormente, comienza a profundizar este concepto y a destacar y hacer explícita la acción de la tecnología como creadora del entorno en el que nos movemos, a partir de su definición de mediaenviroment. Esto lo llevará a reformular su famosa frase en estos nuevos términos: “el medio es el masaje”.

Todos los medios nos vapulean minuciosamente. Son tan penetrantes en sus consecuencias personales, políticas, económicas, estéticas, psicológicas, morales, éticas y sociales, que no dejan parte alguna de nuestra persona intacta, inalterada, sin modificar. El medio es el masaje. Ninguna comprensión de un cambio social y cultural es posible cuando no se conoce la manera en que los medios funcionan de ambientes.

McLuhan toma partido frente al nuevo escenario, resistiéndose al “masaje” y al canto de sirenas que emite el “ambiente”- y que se erige como un canto hipnótico que nos impide ver que el emperador está desnudo-.[2]  Nos advierte de que las señales de la televisión –sus programas- nos impiden ver que lo que en realidad estamos mirando: el televisor. Observamos el medio y ése es el mensaje. Frente a esto, la tarea de resistencia deberá ser parte de la nueva tarea de los artistas y sus acciones las denomina “counter-situations” (contra-situaciones).

Los anti-ambientes, o las contra-situaciones creadas por artistas, proporcionan recursos de atención directa y nos permiten ver y comprender con mayor claridad.

Uno de los formatos que según él mejor lleva a cabo esta operación, es el Happening: en la era electrónica, el arte ya no puede seguir siendo una mera vía de expresión personal sino proponerse como una herramienta de exploración y de investigación social. Mientras la tecnología promueve el sonambulismo, el arte debe afinar nuestra percepción, actuar por fuera del engaño. En otras palabras, podríamos agregar, al margen del espectáculo.

McLuhan agrega que esta tarea no recae sólo en los artistas: todas las acciones anti-sociales son anti-enviroment (anti-ambientes) porque trasforman la “no conciencia del entorno” en atención consciente.

 

Al otro lado del Atlántico, alejado del framework del tecnodeterminismo y sustentándose en las teorías marxistas de la reificación y del fetichismo de la mercancía, Guy Debord elabora su propia interpretación de las consecuencias de la presencia avasalladora de los medios de comunicación de masas, elaborando el concepto de “espectáculo”, que sintetiza en otra muy recordada frase en La sociedad del espectáculo.

El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen.

Sin embargo, Debord no apunta tanto al espectáculo en su aspecto relacionado a la imagen, sino en tanto fuerza modeladora de la sociedad contemporánea.

El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación
El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.
El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una Weltanschauung (Cosmovisión) que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha objetivado.

Para Debord, el “espectáculo” es el elemento que coloca en un estado de separación irreversible lo vivido y su representación, permitiéndonos sólo acceder al relato espectacular. Retomando a Luckacs, nos recuerda de qué manera el capital, a través de sus medios masivos, convierten el tiempo libre de los trabajadores en ocio “productivo” –para sus empleadores-, en tanto los inducen a absorber e incorporar activamente los mandatos sociales, la axiomática que el propio capital promueve.

Como sabemos, Debord y los situacionistas, diseñan sus propias estrategias de resistencia. Como acciones que intentan desenmascarar el funcionamiento del entorno que nos rodea, nos proponen métodos como el detournement, las derivas o la psicogeografía y fundamentalmente, la creación de situaciones.

 

Pasado el tiempo, gran parte de estas reflexiones siguen siendo válidas –pese a que hoy en día, ante el nuevo escenario digital las relaciones sean otras-. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Qué cambios ha traído el nuevo paradigma post-Internet? ¿Siguen siendo válidos los conceptos de enviroment o de espectáculo? ¿Qué ha quedado del happening o de la creación de situaciones?

Si partimos del concepto de media-enviroment tal como lo proponía McLuhan, debemos marcar algunas diferencias. Ya no es posible hablar de medios que generan un entorno o extensiones humanas que expanden nuestras capacidades. Hoy en día formamos parte de agenciamientos humano-maquínicos, entidades productivas que procesan información y están atravesadas por flujos de deseo, flujos económicos, cadenas de unos y ceros, organizados en sistemas de Inteligencia Artificial. No hay un emisor. No hay medio ni mensaje. No estamos en un nuevo entorno, sino que formamos parte de una nueva máquina.

¿Cuál es entonces el papel del arte? Quizás no sea ésta la pregunta adecuada. Parafraseando a Debord:

Al analizar el espectáculo hablamos en cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el terreno metodológico de esta sociedad que se manifiesta en el espectáculo.

La reacción del arte puede verse sólo en forma de ruido. No dialoga ni responde. Genera producciones más allá del mensaje. Como señalaba Deleuze, el arte no comunica, resiste.

Si pudiéramos imaginar hoy en día una práctica situacionista digital, deberíamos buscar entre aquellas producciones cuyas estrategias consisten en diversos modos de resistencia, de desvíos y reformulaciones, o de visibilización de las nuevas estructuras algorítmicas que se están erigiendo. Obras que iluminan un borroso mapa del deseo y señalan algunas posibles -o imposibles- líneas de fuga.

Resistencia, no en el sentido de resistir frente a los dispositivos tecnológicos, sino mediante la práctica del detournement, apropiárselos, cambiarles su sentido, abrir nuevos espacios de relación, avanzar hacia nuevos agenciamientos.

Lo que ciertamente podemos ver y en abundancia en las actuales producciones de arte–y no sólo de arte- es lo opuesto: ciertas tendencias espectaculares basadas en lo tecnológico-digital. Llevar el arte a la vida cotidiana, uno de los postulados situacionistas, ha quedado reducido al uso de filtros para el retoque digital de fotos para subir a las redes sociales, a derivas psicogeográficas para cazar Pokemones, o a la redacción de best sellers -¿most-liked?- de 280 caracteres en Twitter.

Tal vez podríamos puntualizar dos enfoques, dos campos opuestos de acuerdo al tipo de estrategia artística: el campo del tiempo real y el de la edición –el relato-, el de la cultura RAW y el de la cultura de filtros de Instagram, el del anti-enviroment y el del enviroment, el del situacionista digital y el del espectáculo.

 

Una nota final en relación a la frase de McLuhan “el medio es el mensaje” –o la preponderancia de los medios por sobre los contenidos que trasladan-, y de cierta forma en relación al modelo de Shannon: las nuevas aportaciones de lo digital, especialmente en lo referente a Inteligencia Artificial aplicada a la minería de datos, o al deep learning, nos obligan a revisar profundamente estos conceptos –el de McLuhan y el de Shannon-.

El comportamiento de los algoritmos debe ser analizado desde otro paradigma: las máquinas ya no trasladan datos, sino que los procesan. Los nuevos agenciamientos piensan y aprenden a pensar. Actúan dentro de su propia ontología[3] y, tal como lo plantea la Cibernética de segundo orden (o la Cibernética de la Cibernética), estaríamos incluso frente a la posible emergencia de una epistemología. Pero ésta y otras críticas al modelo de Shannon, lo analizaremos más detalladamente en otra entrada.

 

[1] McLuhan advierte esto en Understanding Media:

El desconocimiento de los efectos sociales y psicológicos de los medios puede ilustrarse con casi cualquier afirmación convencional. Al recibir un título honorario de la Universidad de Notre Dame, hace unos años, el general David Sarnoff hizo la declaración siguiente: “Somos demasiado propensos a convertir los instrumentos tecnológicos en chivos expiatorios de los pecados de quienes los esgriman. Los productos de la ciencia moderna no son en sí buenos o malos; es la manera en que se emplean lo que determina su valor”. Ésta es la voz del actual sonambulismo. Y si dijéramos: “La tarta de manzana no es buena ni mala en sí; es la manera en que la empleamos lo que determina su valor”. O bien: “El virus de la viruela no es en sí ni bueno ni malo; es la forma en que se emplea lo que determina su valor”. O incluso: “Las armas en sí no son ni buenas ni malas; es la forma en que se utilizan lo que determina su valor”. Es decir, si las balas alcanzan a la persona correcta, entonces las armas son buenas. Si el tubo catódico de la televisión dispara la munición adecuada a las personas adecuadas, entonces es bueno. No me estoy poniendo perverso. Simplemente, no hay nada en la declaración de Sarnoff que pueda resistirse a un examen, porque pasa por alto la naturaleza del medio, de todos los medios, en el verdadero estilo narcisista de quien está hipnotizado por la amputación y extensión de su propio ser en una nueva forma tecnológica.”

[2] A pesar de que estimo más adecuada la palabra “entorno” mantengo la traducción tradicional que se ha hecho de la palabra “enviroment” en los textos de McLuhan. como “ambiente”. Su uso ha derivado incluso a otros campos, como la palabra “ambientación” dentro de las artes visuales.

[3] La “ontología”, en el terreno de la informática, cataloga las variables requeridas para un determinado conjunto en computación y establece las relaciones entre ellas. Delimita y describe un universo, sus individuos (instancias), clases (conceptos), atributos y relaciones.

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